PARAMNESIA

Galo García Carrión pudo no haber llegado temprano al mundo del arte pero si está madurando artísticamente a una notable velocidad. Con cuatro exposiciones individuales a sus espaldas, y algunas muestras colectivas, nos propone una nueva serie de obras bajo el sugestivo título de Déjà Vu. Son 15 pinturas resultado de 4 años de exploraciones, remembranzas e investigación.

En Déjà Vu se movilizan preocupaciones poco convencionales en la pintura local: las alucinaciones efímeras de la experiencia; la historia, siempre gravitante, de la visualidad (El diseño, la moda, los tópicos citadinos, las marcas, el comic y el propio arte) y la prolijidad pictórica.

Con una factura exquisita en cada una de sus piezas, Galo nos empuja al archivo de sus afectos e inhibe la idea de “falsos” recuerdos (aquel sentido de familiaridad que arrastran las nuevas experiencias) sugerida en el título de la exposición. Nos hace sentir cercano a imágenes y acervos que no son nuestros: sus horas de juego, acertijos y observación en el taller de costura de su abuela materna. Pero nos deja la puerta entreabierta: la estrategia retórica del archivo cómo práctica de la imaginación (las remembranzas) que nos permite entrar a su infancia y pernoctar en el lugar donde los patrones de Moda de la revista BURDA fueron acumulándose a lo largo de los años.
Medio siglo después el artista recupera esos patrones y, desde una especie de “arqueología de papel”, convierte a aquellas herramientas de costura en material de trabajo. El antiquísimo conocimiento cifrado de los moldes da paso, entonces, a un rico arsenal de formas y posibilidades plásticas. Galo activa su instinto creativo y “borda” una compleja metodología pictórica; un sistema de trabajo que le permitirá incorporar y relacionar en cada cuadro una multiplicidad de temas y motivos provenientes de su universo simbólico.
Lo que defino como historia gravitante de la visualidad cala en cada una de las piezas y se desgrana en intereses singulares. En un bloque de obras (Pre’t a Porter, Sartoria, Atelier y Al Revés y al Derecho) se activa el mundo de la moda, el diseño y las indumentarias de sastrería. En un horizonte similar se identifican piezas (Derechos de Autor y Memorias Subyacentes) que se nutren de la publicidad, los medios de comunicación y la cultura popular.
La relación con el mundo del arte, local y universal, es otro núcleo importante en la producción del autor. En Patrones (prototipo1) y Patrones (prototipo2) se conversa con Picasso; en El Mural con Guayasamín; en 1.967 subyace Tábara y la célebre canción Pata Pata popularizada por la sudafricana Miriam Makeba en aquel mismo año; en Paisaje Urbano se dialoga con Jorge Swett y Segundo Espinel y en Es inútil sublevarse con la reciente muestra de La Artefactoría.
La autoreferencialidad ha sido otra de sus constantes. En todas sus exposiciones, como una fina manera de interpelar la historia de la pintura, ha presentado un autorretrato. Aquí lo hace con Selfie, un cuadro que desnuda a la moda (“BURDAmente”) y enaltece al cuerpo como sin sentido de la representación. Otras piezas como Poema y KillCity pudieran entenderse como autorretratos expandidos. En el primero codifica frases significativas de su existencia, a modo de muletillas colectivas, que conforman un autorretrato de su oralidad. En la segunda se glorifica el fetiche; se traslucen y vacían con elegancia los íconos de su ciudad.
Déjà Vu es una muestra prolija. Una pintura intrincada y diáfana; divagante, paciente. Donde jeroglíficos recientes sacan pecho y hormiguean en la superficie de los cuadros. Es una paramnesia intencionada que acarrea nuevos usos y sentidos. Una memoria llena, y vacía, de formas incomprensibles que parecieran soldadas en el tiempo.

Saidel Brito, Vía a la Costa, abril de 2018

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