Crema Criolla

1 – 20 Diciembre 2004

Crema Criolla se presenta como una intersección de los Salones y festivales de arte que tomaron lugar durante este año en Guayaquil. Tomando como ejes el Salón de Octubre y el Festival al aire libre (FAAL), pues las obras del Salón de Julio están participando en la exposición «Límites y estado de la pintura» en Bogotá, consideramos oportuno terminar el 2004 con una curaduría que alberga lo más relevante de los mismos, bajo la mirada del arte contemporáneo.

Esta edición de Crema Criolla nos permite una lectura actual, a través de producciones con interesantes niveles reflexivos,que revelan un desprendimiento dela visión tradicional que suele imperar en el medio.

Obras de:

Billy Soto
Ilich Castillo
Oscar Santillán
Roberto Noboa
Fernando Falconí
Stéfano Rubira
Félix Rodríguez
Colectivo: (Aarón Ortega, Karina Nogales, Juan Pablo Toral, Aurora Zanabria, Karen Nogales)

15 – Love y el Retorno de los Socios Psicópatas (muerte en semifinales), Roberto Noboa

10 – 30 Noviembre 2004

(J)oda a la burguesía

La última serie de pinturas, dibujos y objetos producida por el artista se exhibe en la Galería dpm hasta el 30 de Noviembre bajo el enigmático título de 15 – Love y el retorno de los socios psicópatas (muerte en semifinales). A través de los años la obra de Noboa se ha caracterizado por llevar una agenda a contrapelo de las manifestaciones artísticas más comunes del medio. Esta última serie no es la excepción. La primera impresión que nos da es de una frescura visual tan desconcertante como atractiva, que pone al espectador en la ineludible exigencia de intentar arrancar sus últimos propósitos.

Es en la dificultad de esta empresa -hermetismo que sin embargo no nos conduce a desechar sus imágenes como un juego insulso- en que radica el magnetismo de sus obras. Son imágenes que descolocan la razón, que cortocircuitan la interpretación directa y unidireccional al generar una falta de certezas en cuanto a tema, causalidad y trama. Intuimos que de ellas se desprenden varias lecturas que no solo juegan con lo autobiográfico sino que reflejan también una pérdida de fe en el hombre mismo (en el boletín de prensa se las plantea como metáfora de la diluida esencia del ser dentro del consumismo e individualismo del mundo contemporáneo), pero a mi criterio el definir un itinerario tan encauzado atenta contra las posibilidades de un tipo de pintura que se fortalece justamente en los cabos sueltos que deja.

Tenis, vikingos, gallinas y bovinos.

El lado crítico de Noboa no emplea narrativas lógicas, sino más bien sugerentes en su artificialidad, recurriendo al pastiche de lo propio, a la ironía y a la parodia. Un objetivo se muestra cierto: el enfrentar al espectador con un inquietante mundo que no le sea familiar. En su mezcla de códigos juega hábilmente con los pliegues de la realidad, sitio de conjunción entre lo observado conscientemente y lo experimentado inconscientemente, creando los que pueden ser vistos como paisajes psicológicos, sin caer en sesgos mágicos o pseudo poéticos.

El resultado deviene en una suerte de teatro de lo absurdo que refleja el diario vivir y donde acuden además varios de los elementos que ya constituyen leitmotivs dentro de su obra (como las gallinas o las canchas de tenis), y que ahora se insertan en un sistema iconográfico heterogéneo al sumarse otros imaginarios del mundo animal y de la cultura vikinga, cuyos instrumentos de batalla han sido asumidos también en la estética que proyectan algunas bandas derivadas del rock pesado, cuya simbología fue tema central en una serie anterior del artista.

El lenguaje que emplea es en cierto modo tan «light» como los tenistas que aparecen ensimismados en su juego, y tan alegre como los atractivos colores y el amanerado descuido con que desenfadadamente los retrata. Los deleitantes dibujos amplifican estas características en lo lúdico y experimental de sus construcciones. De esta forma, desde mi particular punto de vista, esta pintura que viste piel de cordero reserva sus garras para el público burgués incauto, cuyos consumos culturales lo predisponen a dejarse seducir sólo por la plácida visualidad, agresión subrepticia que disfrutará de manera perversa quien intuya que en la obra de Noboa muchas veces hay veladas intenciones.

Este tipo de trabajos puede evidenciar el palpitante potencial de la pintura para actuar como generadora de la subjetividad del artista, opción que siempre será válida mientras se perciba fresca, sincera y alejada de fórmulas.

-Rodolfo Kronfle Chambers

Patrick Hamilton

8 – 30 Septiembre 2004

En esta nueva propuesta, el destacado artista chileno incluirá una serie de pinturas que ha venido desarrollando en los últimos años, además de trabajos foto-objetuales que representan parte de su última producción, y en los que ha centrado sus reflexiones en torno a los límites de la pintura y sus relaciones con los lenguajes del diseño, la publicidad y la fotografía.

Al igual que en el resto de su producción, ya sean intervenciones, instalaciones u objetos, en estos trabajos Hamilton utiliza como materia prima elementos extraídos de la gran industria del revestimiento y la decoración. Estos elementos, desplazados a su obra, funcionan a modo de comentario irónico sobre una cultura contemporánea que se nos presenta ¨ femineizada¨, en la que existe una gran efervescencia por lo cosmético. Utilizando la pintura como un dispositivo de maquillaje, Hamilton realiza verdaderas operaciones cosméticas en las que los revestimientos ironizan sobre la estetización generalizada de nuestra época por efectos de la publicidad y los mass media.

En particular, estas telas forman parte de una serie de trabajos en los que se citan y reciclan elementos de la pintura concreta, de la abstracción geométrica , del op art y de la pintura de Piet Mondrian, pintor Holandés emblema del modernismo pictórico, en los que Hamilton se propone realizar una reflexión en el marco del debate modernidad / postmodernidad desde la perspectiva de los lenguajes estéticos y, más específicamente, de la pintura. De este modo, Hamilton contrapone al rigorismo geométrico y económico de la cita abstraccionista banales telas estampadas e irónicas figurillas infantiles pertenecientes a la democrática y barroca estética Kitsch; produciendo así, un inquietante diálogo entre la pureza del código pictórico geométrico y el festivo diseño ornamental.

De este modo, con estas nuevas pinturas híbridas y transgenéricas, Hamilton continua con una línea de trabajos en los que incorpora diversos elementos provenientes del diseño, las artes decorativas, los objetos industriales de consumo, etc.

Patrick Hamilton se formó en la Universidad de Chile y en los últimos años se ha convertido en uno de los principales exponentes de la plástica joven Chilena. Este año representará a Chile en la 26 Bienal de Sao Paulo. Además sus obras han sido exhibidas en numerosos espacios de arte en el extranjero como las Bienales de La Habana, II Bienal del MERCOSUR en Porto Alegre, VII Bienal de Cuenca, L’art dans le monde 2000 en Paris y en muestras colectivas en museos y galerías de Oslo, Lucca, Singapur, Palermo, Roma, Miami, Buenos Aires, Guayaquil, Sao Paulo, Santiago, Asunción, Cascabel, Chiloé, Lima, Kuala-lumpur, Brasilia y Valdivia. Ha ganado en 5 oportunidades la beca Fondart, del Ministerio de Educación de Chile.

mmm: Lalimpia

18 Agosto – 3 Septiembre 2004

Valerse del chuchaqui de la modernidad

Una obra de Lalimpia nunca está lista hasta que se expone; insisto en pensar que la razón es que si dos cabezas piensan mejor que una, mas aún siete. En los casi dos años que he trabajado con Stéfano, Oscar, Ilich, Jorge, Ricardo, Fernando y Félix, hemos mantenido un proceso creativo constante con resultados temporalmente satisfactorios.

Digo temporalmente ya que en nuestros extensos laboratorios de ideas logramos conceptualizar por completo una obra que, sin embargo, por inconformismos posteriores sufre de persistentes innovaciones que culminan dando un vuelco renovador a la obra -como mínimo- dos días antes de la inauguración. Con ello hemos descubierto gratamente que en estas obras, donde el ingenio aparece cuando el tiempo se nos viene encima, las depuraciones finales son responsables de darles un sentido aún más oportuno.

Desde sus inicios Lalimpia ha mantenido posturas inquisitivas con respecto a su contexto. En el 2003 en la muestra C6H5CH3-(NO2)3 se demuestra el descontento con la institución, exponiendo como idea central el resurgimiento metafórico de la Casa de la Cultura en una casa de árbol, luego de su destrucción con semillas de dinamita. No menos crítica resultó la obra Sin título ganadora del Premio París en la VIII Bienal Internacional de Cuenca, en la cual adoquines translúcidos, siguiendo el modelo de los utilizados en la regeneración urbana, dejan entrever grillos que brillan congelados en su interior, como íconos nada cultos de las carencias que se ambiciona encubrir bajo el revestimiento armónico de Guayaquil luego de su flamante «extreme make-over». Ahora en mmm, Lalimpia se concentra en traer a la superficie reflexiones sobre los puntos débiles que recluyen al arte en la ciudad, en una especie de chuchaqui de la modernidad, inducido desde los ejes culturales institucionales.

En In urbi naturam, rememorando obras impresionistas como «Un domingo en la Isla Grand Jatte» de Seurat o el célebre «Desayuno en la hierba» de Manet, los asistentes acudieron en sus mejores trajes para pasear por la llanura de césped que irrumpía la galería, mientras se deleitaban con una tacita de hierba luisa, cuidándose de no tropezar la mala hierba que jubilosamente ornamentaba el terreno en blancos maceteros. La frivolidad inicial de la inauguración se fue disipando cuando los espectadores, muchos afectados por la falta de cuadros, hicieron suyos los espacios de la galería sentándose en rondas, sacándose los zapatos para caminar por la hierba e infiltrando cerveza, emulando aún más los vicios impresionistas. Por unas horas una de las ciudades con menos áreas verdes de Latinoamérica, tuvo 321 m2 más de naturaleza (el césped fue sembrado fuera de la ciudad), que en su aparente armonía invitaban a esbozar una mirada crítica a los planteamientos desfasados y superficiales que mantienen algunos grupos frente al arte.

Inmiscuirse entre cañas de cemento apuntalando el interior de la galería, mientras como murmullo se repetía una melodía alegremente sospechosa, despertó una experiencia de sutil inseguridad para los asistentes a la segunda exposición. Las cañas de cemento -que remiten a la gestación de Guayaquil tan íntimamente ligada con la caña, tanto como a su regeneración y su absoluta identificación con el cemento- al mismo tiempo invaden y sostienen la arquitectura donde hoy se apuesta y confronta el arte contemporáneo. Conjugando ésto con el Momento Musical no.3 de Schubert, que se remonta a una época de asentamiento de museos como el Louvre, presenta una construcción que con una imagen de imponente sencillez, revela como arma noble, la poca solidez de las instituciones culturales y la necesidad de otros bosques que den un respiro renovador a la escena del arte en la ciudad.

Suplentes de la cultura pública extrae algunos de los modelos más consumidos de lo que irresponsablemente aún se presenta como arte contemporáneo. Los moldes de yeso, que acompañan la pintura realizada en crayola, se logran de juguetes que recrean elementos de ciertas obras de la modernidad ecuatoriana, ampliamente digeridas por una mayoría orientada a aceptar lenguajes visuales deslucidos por su repetición vacua y descontextualizada. Los negativos de las piezas que conforman la obra, se arraigan a la pared luciendo su blanca y gastada figura, entretanto su referente de colores espera colgado, como acostumbra, al mejor postor.

In urbi naturam y Otros bosques inician un proceso que se vale de los espacios no convencionales de la galería, contrastando con lo que se espera de una exposición en este medio, y que culmina con la consciente utilización de la pared en Suplentes de la cultura pública de la cual penden los referentes de los que no se puede desligar una sociedad, que se sumerge bajo preceptos implantados por estructuras incapaces de revalorizar la cultura local. En estos tres miércoles, Lalimpia cierra un ciclo que denota su agudo compromiso de proponer reflexividad a través del arte, esta vez penetrando desde sus propios sistemas y relaciones.

-Pily Estrada Lecaro

Habeas Corpus, Saidel Brito

21 Julio – 13 Agosto 2004

Brito strikes back…

La serie titulada Habeas Corpus del cubano Saidel Brito presenta tanta seriedad como ironía. Complejos niveles de sugestión se integran con los procesos últimos de su trabajo, en los que hace un uso estratégico de patrimonios artísticos ajenos donde, lejos de la cita superficial o referencia evidente, apropia cuerpos de producción paralelos a la obra conocida de creadores emblemáticos. Lo que Brito llama la «obra silenciosa» por su falta de difusión y por el carácter más personal o comprometido que suele tener, y que considera digna de una puesta en valor.

En este caso el artista rescata del olvido un cuadernillo de bocetos realizado en 1978 por el más celebrado modernista activo de Guayaquil: Enrique Tábara. En sus páginas -aquí exhibidas por primera vez- aparecen un conjunto de escenas y retratos de internos de la Penitenciaría Modelo del Litoral.

En lo que puede ser visto como un alarde de plasticidad Brito interpreta sus referentes originales haciendo énfasis en el proceso mismo de la acción de pintar, realzando las cualidades artesanales del «buen oficio», que parece ser el único requisito para que algunos observadores del medio acrediten a un artista. Criterio travestidamente aplicado sin duda en el Salón de Julio del 2001, donde no se admitió una de sus obras y donde el primer premio fue concedido según indica el fallo «en consideración al buen manejo del color, equilibrada composición y un estilo que combina felizmente los efectos abstractos, impresionistas y realistas.»

Aquel veredicto -digno de antología- parece en esta ocasión ser contestado y satisfecho en el lenguaje pictórico empleado en estos cuadros, que llevan a un extremo ampuloso y hasta pervertido aquello de la habilidad manual al construirse, física y simbólicamente, a partir de impresiones dactilares, en una técnica similar a la aplicada en su obra Reserva…., ganadora del Salón de Julio 2003.

Entabla así un diálogo insólito y posible entre generaciones distintas, cuestiona los criterios calificadores y las posturas intolerantes de la Gestapo cultural del medio, y a través de la misma esencia de estas pinturas confronta al espectador con la seducción del pigmento por sí solo, canto de sirena que atrae a muchos que se dejan llevar, la mayor de las veces, por vacuos y caprichosos firuletes del pincel, buscando solo «efectos» y negando la potencialidad de la pintura (o de cualquier otro medio) de ser entendida como códigos y lenguajes empleados racionalmente, bajo esquemas calculados para suscitar reflexiones más profundas catapultadas por la sofisticación de sus recursos estéticos.

Adicionalmente -por la mención que Brito hace de un maestro tan reconocido de Guayaquil- esta serie puede interpretarse como gesto de arraigamiento a este puerto, en el que seguramente dejará huellas importantes desde la docencia como lo han hecho otros artistas extranjeros en el pasado.

-Rodolfo Kronfle Chambers

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Tres a Uno, Dario Escobar

7 – 30 Abril 2004

Las Premisas Imaginarias del Hipermodernismo:

Del deporte al arte, de lo publico a lo privado, de lo lúdico a lo existencial, de lo banal a lo trascendente,
y viceversa

Desplazamiento de objetos de un contexto a otro y manipulación del registro a modo de sugestión sutil o acción casi intangible. He aquí dos de las estrategias con las que Darío Escobar asegura el transito de significados hacia el fruidor. No obstante, la extracción o sustracción de objetos y acciones de sus contextos originarios no implica ruptura, al menos no en toda la extensión de la palabra. La densidad de significados o si se prefiere, la expresividad semiótica de sus piezas radica en la sobre vivencia de los vínculos y conexiones primarias durante el procedimiento de extrapolación (del significante elaborado) de un campo a otro, de un contexto a otro, en un proceso a veces simple y directo, a veces complejo e indirecto.Seguir leyendo

Coordenadas y Otros Ambages, Pablo Cardoso

14 – 31 Enero 2004

Pablo Cardoso, artista cuencano quien ha sido escogido recientemente para representar a nuestro país en la XXVI Bienal de Sao Paulo, presentará el próximo miércoles 14 de enero en la galería dpm su exposición Coordenadas y Otros Ambages, la cual reúne dos de los proyectos que han ocupado la atención del artista en los años recientes: 18.VI.02 y Coordenadas.

Sobre ellos el crítico Rodolfo Kronfle afirma que «constituyen un gesto obsesivo, cuya minuciosa laboriosidad linda el morbo por la pintura, a fin de cuentas hoy por hoy un acto titánico. Digo esto porque evidencia un proceso opuesto de lo que suponemos normal, y nos enrostra con ello cualidades que algunos consideran al borde de la extinción en el arte contemporáneo.»

18.VI.02 corresponde a lo que el artista define como «sus caminatas». Kronfle apunta que «tiene como punto de partida 159 fotografías secuenciales que trazan la ruta de una caminata cualquiera de su vida. El registro se produce sin pretensiones, reconociendo el arte en la experiencia de lo cotidiano y proponiendo este recorrido como una metáfora existencial. No se busca el encuadre ni la luz perfecta, se aspira al tono sordo tildado por el ‘descuido’ del desenfoque de las tomas, negando así la grandilocuencia de la imagen para acentuar la intemporalidad que persigue.

Con estos documentos comienza un diligente trabajo de transcripción al lenguaje de la pintura, que raya la literalidad para enfatizar el comentario que nos hable de la relación entre la superficie pintada y la realidad. Imaginamos como espectadores algo de dolor al traducir una fotografía borrosa a la pintura, pero para Cardoso es puro placer: ‘En el fondo, cada cuadro simboliza la devolución de la imagen al reino de lo carnal.’

Resume esta lenta digestión como ‘pintar el tiempo’ y reconoce el proceso como un «ir a contrapelo: desde la inmediatez y frialdad de la captura fotográfica hacia esa otra temporalidad y corporalidad, la de la huella del pincel.»

En octubre del 2002 Cardoso presentó otra de sus «caminatas» (29.IV.02) en Madrid, dentro de la exposición Entre líneas. Virginia Pérez Ratton y Santiago Olmo, curadores de la muestra expresaron que «por su pertenencia a un lugar como Cuenca, en la sierra de Ecuador, este artista parte de la tradición pictórica ecuatoriana, la revitaliza y la transforma. En lugar de negarla, más bien toma distancia de su función meramente representativa para adentrarse en formatos muy pequeños y pone de relieve sus funciones de evocación poética y de ejercicio de memoria, trivial y cotidiana. La obra de Cardoso se implanta en una experiencia del cotidiano continuo y recurrente, como una forma de capturar el tiempo que transcurre, siempre igual pero siempre otro»

En cuanto a Coordenadas, su proyecto más reciente, el artista afirma que «parodia en torno a la razón cartesiana al decir: una mirada es un punto en el mapa, o el mirar tiene coordenadas frías y precisas que por sí solas nada dicen de lo mirado en un instante, por cualquiera.»

Esta es una serie de pinturas en las que vemos horizontes marinos vastos y difusos, representados con su ya habitual calidad fotográfica que resalta los efectos ópticos del desenfoque. Estos efectos le permiten llevar la imagen al borde de la abstracción, confiriendo a cada escena una atmósfera inquietante, introspectiva y anónima.

¿Se trata de lugares reales o ficticios? La respuesta parece darnos el título de cada obra: cifras que corresponden a unas coordenadas geográficas; información precisa que aparentemente nos permitiría encontrar en un mapa el punto exacto de donde se captó esa imagen, sin embargo, a decir de Cardoso «las coordenadas no hacen más que ahondar el anonimato de la imagen». Mientras tanto, para Kronfle «estas cápsulas sensoriales apelan a lo más básico, a la experiencia basal de ver y su cuestionamiento fundamental de percepción: realidad o mentira. Plantean también una postura incierta entre un arte conceptual y uno perceptivo, entre el arte como método analítico y el arte como manifestación física del instinto. Las obras prefieren no querer dirimir este dilema, y afirman su ambigüedad.

Se puede pensar que estas pinturas habitan un espacio incierto por la duda de su origen, que inquietan al espectador planteando la interrogante de su verdadera naturaleza. Es justamente en este territorio liminar que se solazan y encuentran su propósito.

Miguel Alvear

5 – 23 Noviembre 2003

Miguel Alvear explica que el origen de esta serie fotográfica se halla en una fascinación por los espacios de los buses de transporte urbano, «me atraía el ‘champús’ (potpurri); decorativo de las busetas y autobuses -alfombras, stickers, televisiones, águilas, luces, gestos obscenos e iconografía religiosa, lemas trascendentales (solo Dios sabe mi destino) y provocativos (sonríe, tu mujer me ama)- pero sobre todo, me fascinaba la intencionada tensión erótica que conseguían provocar entre (y me incluyo) los usuarios masculinos, las azafatas de algunas compañías apretadas en ajustadas prendas traslúcidas y mini faldas arrugadas».

Al recibir la invitación para participar en este proyecto, Alvear recupera su idea, solo que las azafatas ceden el turno a las estrellas de tecnocumbia, juntando así el pasillo del bus y la tarima del concierto. Estos dos espacios son vistos como escenarios de tensión sexual, de despliegue de estrategias de seducción y poder, y es a partir de estos que construye los escenarios para las fotos de MEC-POP (mecánica popular). En su obra el estudio fotográfico recupera la teatralidad de los estudios del siglo XIX, en donde el decorado no solo remite a los falsos horizontes y cortinajes de un estudio decimonónico, sino que se asemeja a una locación de rodaje cinematográfico, dado el esfuerzo colaborativo, más cercano a la práctica de producción cinematográfica que a la forma como tradicionalmente se entiende la autoría de la obra de arte.

A partir de la unión de las visualidades de estos dos mundos (el de la música popular y el del volante, presentes en las fotos gracias a la colaboración de las artistas de dicho género musical y a los choferes de la Cooperativa de Transportes Marco Polo) Alvear consigue desestabilizar la estructura de dicho espacio de seducción –tarima/pasillo-, al trastocar los códigos de una performatividad de género establecida y dominante en nuestra sociedad, visible no solo en este espacio sino también en la publicidad y la prensa. Los personajes de sus fotos desafían los roles sexuales asumidos como norma, llevando al exceso ciertos estereotipos aceptados o modificándolos radicalmente. Esta ritualización al exceso consigue que la diferenciación sexual marcada como apropiada por la sociedad llegue a la implosión, produciendo personajes desestabilizadores y problemáticos.

En MEC-POP lo asumido en cuanto a roles de género se desmorona. El macho jactancioso y controlador se convierte en un personaje aislado, pasivo observador de una escena de erotismo lésbico; el seductor del volante, dueño del piropo obsceno y el pitazo de conquista, se ve amedrentado frente al despliegue de sensualidad de sus supuestas “presas”.

La imagen se nos avienta cargada de referencias visuales, reconocemos ciertos esquemas compositivos, ciertas referencias a la historia del arte. Las fotos nos recuerdan a Venus o a la Maja Desnuda –tanto en la versión de Goya como en la perversa interpretación de Joel-Peter Witkin-. El entramado cinematográfico y teatral y su puesta en escena fotográfica nos remiten a los trabajos de fotógrafos como Jeff Wall o Cindy Sherman. Sin embargo, pese a todas estas conexiones, siempre algún elemento nos devuelve al bochorno o a la irritación de enfrentarnos a un mundo visual extremadamente familiar, pero a su vez lejano y oculto. La obra termina a la deriva entre el sarcasmo y el elogio. Vinculada al glamour de la imagen publicitaria; con la que se afilia gracias a la cuidada producción de cada foto (casting, escenografías, diseños de vestuario, iluminación, maquilladores) y al acabado brillante de la impresión digital; transparenta no obstante, otro “glamour” distinto al de las páginas de las revistas de moda y de eventos sociales. El que aparece es un mundo de lentejuelas, en donde la proporción de los tacones corresponde a los largos de las minifaldas. Un mundo de cabellos tinturados, de ropas que ciñen una cintura inexistente, de cuerpos que, en términos de Alvear, quieren ser de una manera y que en ese querer ser evidencian otro cuerpo. Un cuerpo que al buscar ser lo que no es deviene otro.

-Extracto del ensayo Museo Viene de Mausoleo, María del Carmen Carrión, Catalogo Divas de la Tecnocumbia, 2003.

Luis González Palma

8 – 30 Octubre 2003

Esta es la tercera ocasión que la Galería dpm presenta trabajos recientes del guatemalteco Luis González Palma, figura clave de la fotografía latinoamericana contemporánea. Las nueve obras que componen la muestra mantienen la gratificación estética a la cual nos tiene acostumbrados, ya que desde una óptica meramente visual son un verdadero deleite.

Sin embargo la exquisitez de estas composiciones encierra, en su refinado lirismo, contenidos que invitan a la reflexión. Aparentan mantener las preocupaciones que el artista ha desarrollado a lo largo de su carrera: el dolor de la condición humana, el rostro como metáfora de tristeza, el poder de la mirada para comunicar. La marca registrada responsable del aire de nostalgia que invade estas imágenes –los tonos sepia con que las “añeja”- sigue presente, aunque tal vez con menor saturación en su intensidad. El patente empleo de la etnicidad de sus tradicionales sujetos (indígenas mayas y mestizos) para ser contrastado con símbolos de la aculturación colonialista se mantiene sólo en un par de obras (ver Metáfora, 2002). El uso de los indígenas jamás ha sido con afán de explotar su condición, ya que se los muestra siempre dignos; el propósito final supone desnudar contradicciones en la realidad cultural y social de su país, parecida a la nuestra, y espejo de muchos rincones de la América hispana.

En algunos de estos trabajos emplea pan de oro, por lo general como telón de fondo, y a mi entender como elemento significante y ubicuo del barroco religioso, de sus procesos impositivos y sincréticos, y del desvergonzado descaro de abusar de su ostentoso brillo para deslumbrar a una masa nativa desposeída.

Las imágenes en esta exposición aparentan ser un tanto más complejas que su obra anterior e indagan temas de su vida familiar. La explicación que el artista proveyó de su “método”, aparecida en una entrevista de 1999, quizá nos de pistas para interpretar su quehacer: “Soy un posmoderno Romántico. Trato de usar sus maneras [las del romanticismo] para fotografiar, y al mismo tiempo, incorporar los problemas que percibo en un país como Guatemala. Y al mismo tiempo, incorporar la filosofía de Persia en el Siglo XI. Intento tomar muchas cosas e incluirlas…”.

A partir de esto podemos aventurarnos a analizar trabajos como Sebastián (2002), que presenta el retrato de un niño (uno de sus hijos) junto a un par de páginas de una antigua edición de los Diálogos de Platón. La fotografía circular nos recuerda el formato de los tondos del Renacimiento, pinturas que por lo general eran destinadas a lugares domésticos e íntimos. Por otro lado el platonismo entiende al arte como una imitación del mundo físico, que a su vez imita a las Formas, en otras palabras el arte es una copia de una copia, y por aquello es una ilusión que nos aleja de la Verdad. Por este motivo y dado el poder que tiene para desbordar nuestras emociones, el arte es potencialmente peligroso. En otro de sus diálogos Platón indica que el artista, a través de la inspiración, puede lograr una mejor copia de la Verdad que la que encontramos en la experiencia ordinaria, y por ello puede llegar a convertirse en un tipo de profeta. Provistos estos antecedentes me aventuro a un abanico de lecturas propias, el espectador podrá hacer lo mismo con todas las obras. He ahí uno de los placeres de experimentar el arte.