Enero30’19

La galería Dpm presenta la exposición Ají, una exposición colectiva en la que participan 14 jóvenes artistas de la carrera de Artes Visuales de la Universidad de las Artes.

Ají es parte del proyecto Post Oficce 305, que incluye adicionalmente 9 exposiciones individuales que se inaugurarán entre el 28 de enero al 4 de febrero de 2019 en distintos espacios de la urbe. Post Oficce 305 es el resultado del trabajo realizado en los dos últimos semestres del itinerario de Pintura de la carrera de Artes Visuales, a cargo del profesor Saidel Brito, y tiene como antecedente el proyecto Residencia 103M, realizado en octubre del 2016 en la ciudad de Guayaquil.

En Ají estarán los 9 autores con muestras individuales (María José Lalama, Omar Bereche, Ray Medina, Marcos Morocho, Cristhian Godoy, Carlos Robalino, Daniel Tovar, Silvia Quezada y Erick Franco) y otros 5 artistas (Vicente Avelino, Rafaela Salazar, César Sánchez y José Luis Zavala) cuyas propuestas se encuentran en un período inicial de gestación, pero con resultados elocuentes e interesantes que ya van marcando un camino prolijo de investigación pictórica, y Pedro Sánchez Quimí, como artista invitado, quien se encuentra en la etapa final de su proceso de titulación.

Todos los artistas vienen desarrollando indagaciones en torno a la pintura como medio y a las posibilidades que este ofrece en el horizonte actual de la cultura. Ray Medina establece conexiones insólitas entre la noche, la luz, la muerte, la memoria y el tiempo. Omar Bereche también se acerca a la memoria, pero aglutina, desde la palabra, a los objetos y el lenguaje.

Marcos Morocho y Erick Franco trabajan con el paisaje y sus vestigios. Morocho explora la idea de intersticio, incorporando situaciones cotidianas que pulsan y suspenden los límites entre lo urbano y lo rural. Franco reconstruye una dialéctica homo-arquitectónica donde afloran la nostalgia, la obsesión y el caos.

Silvia Quezada también problematiza las huellas que han dejado ciertos lugares y geografías entrópicas, como el ferrocarril o la antigua fábrica de alcohol de la localidad de Durán. El abandono, los desagües y las identidades quebradizas toman cuerpo en sus pinturas.

Cristhian Godoy y Daniel Tobar erigen cuerpos, formas y organismos mutantes. Sus obras seducen e hincan la experiencia del sujeto; sobreviven, disputan y configuran la posibilidad de acercarnos a mundos dislocados.

María José Lalama y Carlos Robalino están cultivando, desde grandes formatos o soportes de madera, las posibilidades de la pintura como medio de expresión. Abstracciones, sintagmas escondidos en la mancha y el color, futuros chamuscados, silencios andantes.

Rafaela Salazar potencia las convenciones de la ilustración para formatear nuestra mirada. César Sánchez transgrede la cotidianidad y logra perturbar cualquier signo de reposo. Su pincelada es inquieta y sus escenarios desbordantes. Vicente Avelino pinta el espacio negativo. Una especie de abstracción antropológica que ficciona, y encara, los objetos más sencillos e intrascendentes de su espacio doméstico. José Luis Zavala contraataca al asfalto y el cemento, donde el paso del tiempo provoca una poética “rebelión” de la naturaleza. Pedro Sánchez, a partir de fotografías antiguas, ropas usadas y objetos personales, pinta micro-relatos fragilísimos que sacuden los límites entre la realidad y la representación.

Ají es una muestra diversa, picosa, estimulante. Es una pequeña evidencia de las nuevas generaciones de artistas que se están fraguando en la ciudad. Sus obras, al menos, no escamotean la sana intención de inyectarle y bombear nuevos sabores en la escena artística.

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