8 – 24 Mayo 2002

El ingenio creativo de Luis Felipe Noé, enraizado en una vida atenta a las preocupaciones sociales, no podía sino vehiculizarse por medio de enfoques proclives a un tratamiento pictorico diverso, ya que, esencialmente, el punto de partida la asuncion del caos permanece intacto.

Su obra demuestra que asumir el caos no es disolverlo sino acrecentarlo, pero que solamente acrecentandolo puede ser asumido. Porque se trata de un proceso cultural de rechazo de una orden y busqueda de otro, y es por lo tanto continuo, sinuoso y abierto, donde alternan el azar y la necesidad, la duda y la certeza, el ansia y el prejuicio.

Noé preconiza, en el fondo, una suerte de ascesis historica y antropologica, un desasirnos de las leyendas y falacias con que disimulamos nuestras riquezas, nuestras caidas, nuestras imposibilidades, nuestras carencias, para medirnos y valorarnos tal cual somos y no como fingimos (hasta creerlo absolutamente) ser. Para eso, no hay otro camino que el de indagarnos y conocernos, y Noé empieza consigo mismo esa ardua inquisicion socratica. Dice un antiguo proverbio Arabe: «Nadie puede salir fuera de su sombra.» El arte de Noé cabe por entero en esa incertidumbre, que él desea ver generalizada.

El sentir y el pensar, que mucha filosofia ha considerado operaciones diferenciadas y aun antagonicas, son en Noé indisociables, constituyen esa inteligencia sentiente definida como la manera en que aprehendemos la realidad.

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