30 Julio – 22 Agosto 2003

Fotografía, pura invención. Si la historia de la fotografía la entendemos como la historia de un medio en cuyos mensajes se representa la realidad objetivamente, estamos ante un serio prejuicio. Porque en esta propuesta de Roberto Huarcaya, en la que subyace una evolución en su trayectoria fotográfica que vislumbra un camino abierto a la exploración sobre la naturaleza de la fotografía y de la existencia humana, se hace patente la superación de ese convencionalismo: con la fotografía se inventa, no solo se representa. Lo que se ve no existiá tal cual. Aquí no importan las fechas ni los lugares, salvo en una forma lúdica y luminosa de identificar a la ciudad de Guayaquil como una ciudad costeña sobre la que gravitan elementos simbólicos que tambien pertenecen al propio pensamiento del fotógrafo.

En este trabajo es el azar el que plantea las pautas del devenir de lo que acontece al hombre y la naturaleza; ese azar, indámito e invisible, se presenta retratado ahora. Lo inusitado y la sorpresa forman parte de la especificidad de la fotografía fija porque se ha recurrido a elementos reales que, tras el proceso de invención disfuncional, se articulan y dinamizan en un contenido oscuro pero locomotriz: la fotografía acude a objetos indiferentes, pero éstos nos arrojan al terreno de la invención, donde la narrativa visual permite reflexionar sobre la duda fotográfica, y nos revela, de paso, la enajenación de la conciencia del mundo.

Nos situamos ante lo que Fernando Fuenzalida denomina el vacío de significado y sentido que viven las masas urbanas; un vacío que muestra la cara interior de la paradoja global: a mayor desarrollo tecnológico y científico, más buscan refugiarse las masas en el sueño y la magia. salir bien librados de esta situación existencial desorientadora? Roberto Huarcaya, al lograr desnudar la banalidad de los elementos instrumentalizados en los refugios, sugiere que nos riamos de nosotros mismos, en una fusión insólita de la lucidez con lo lúdico. No es casual que sobre la tierra, a modo de geomancia, graviten juguetes que por la pura invención están transformados en los símbolos zodiacales; no es casual que de la imagen de un planeta azul desamparado pasemos a las profundidades de la existencia individual enfrascada desde la vida hasta la muerte en una dualidad que deviene por una serie fotográfica que ironiza a la exhaustiva observación científica.

Y detrás del orden aparente de las estaciones climatológicas se subleva el azar del color y de la forma. Y las angustias e ilusiones de los individuos se resuelven no solo en la quiromancia, sino tambien en el oráculo que invita a una interacción directa con la esperanza de la definición de nuestro propio futuro. Este gran retrato, realizado en placas de gran formato, lo que acentúa el valor fragmentario y unitario a la vez, define tambien a los hombres contemporáneos como buenos clientes de la industria de la adivinanza, la cual se ve satirizada desde el momento que los juguetes han sustituido los cristales de cuarzo, y los peces y los muñecos a la arena y al humo del tabaco. Todo gracias al sortilegio de la fotografía, que en las puestas en escenas de mundos fantásticos concebidos por Roberto Huarcaya, se ve transformada en resultados estáticos inusitados.

-Andrés Garay Albójar

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