Noviembre 19, 2014
La obra de Wilson Paccha la podemos definir y sintetizar con algunos adjetivos para empezar: dinámica, efervescente, delirante, extravagante, hilarante, hechizante, palpitante, sarcástica, irónica, excesiva, narrativa, permisiva, paródica, vouyerista, provocativa, exhibicionista, etc. etc., donde la abundancia y generosidad del color prima recreando todo un mega universo habitado de personajes y escenarios con su particular vocabulario simbólico.

Obra ligada a la cultura popular, donde mi entorno barriobajero ha despegado, mi obra, vida entorno que ha proporcionado su material icónico, matizada por la cultura carnavalesca y realismo grotesco, con sus ingredientes: comida, vestido, la sexualidad, lo suburbano, la música, el habla popular, el argot callejero, con cierta auto referencialidad y confidencialidad, desde es subjetividad humorística y cool, destruye y reconstruye sin banalizarla, donde los hechos y objetos están siempre sometidos al análisis e interpretación, desde una mirada corrosivamente aguda, endemoniadamente lucida e incluso traspasada a veces de un cierto sentimiento melancólico y metafísico.

“…Por cierto sensual y carnal por excelencia, su luminosidad y exuberancia cromática no responde únicamente a su extracción y a su abigarrado entorno popular, sino que apela al impacto sensitivo del color”

“Dónde estriba la importancia de Paccha en el arte ecuatoriano contemporáneo? Por lo pronto es el más imaginativo de los artistas que trabajan con la cultura popular, inventor de un lexicón simbólico personal y dueño de un conjunto de estilemas único, con los que ha elaborado centenares de paradojas visuales que contrarían y subvierten discursivamente el orden establecido…” (Cristóbal Zapata)

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